De la actitud y del método de Sócrates 1
Por María Silvina González
Sócrates es un particular personaje en la historia del pensamiento occidental.
Históricamente lo ubicamos en el siglo V, en la Atenas de Oro de Pericles, época de
esplendor cultural y de democracia incipiente. Orienta su tarea filosófica en dos
direcciones: “conócete a ti mismo” y “busca la verdad para hacer el bien”. Su labor no
fue sólo intelectual, fue profundamente ética y de compromiso con su ciudad. Dedicó
gran parte de su vida al diálogo con los jóvenes, ya que creía firmemente que si estos
conocían la verdad, sólo iban a desear el bien, y la patria estaría salvada.
Su actitud y su método trascendieron su época y se convirtieron en paradigmas
de apertura, libertad, diálogo a la hora de hablar de conocimiento.
La simpleza de su vida, la honestidad de su actitud, y la genialidad de su
método convierten a este maestro antiguo en un pensador universal.
Sócrates se había dedicado mucho a reflexionar sobre la sabiduría divina, en
comparación con ésta, la humana le parecía sumamente limitada, por lo tanto le parecía
totalmente justo reconocer la ignorancia humana y el límite natural de la inteligencia
del hombre. Considera esta actitud no cómo un descubrimiento personal, si no como
una revelación de la divinidad y a ello consagra su vida.
Para cumplir lo que consideraba su misión sagrada comienza a recorrer las
calles y las plazas de su ciudad para dialogar con sus conciudadanos, planteando temas
relativos a lo humano. Desde el comienzo de su tarea asimiló su trabajo, comparándolo
con el oficio de su madre, la que se dedicaba a ayudar a las mujeres atenienses a dar a
luz. En la situación de parto, el protagonista no es el partero si no la parturienta. La
tarea del partero será acompañar, estimular, aconsejar, pero el trabajo es
inevitablemente personal.
Así él se considera partero de ideas, generador del alumbramiento, pero la tarea
debía ser fruto del esfuerzo de su interlocutor, a quién no puede eximir de este
trabajo. Llamó a su método Mayeútica ó arte de dar a luz las ideas.
A través de su método Sócrates se propone ser un simple intermediario entre el
interlocutor y la verdad, la sabiduría qué él mismo debe alumbrar. La contemplación de
la verdad es fruto de una activa búsqueda del discípulo para lo cuál el maestro pone
sólo los medios. El sentido de su método lo encontramos explicado por el mismo
Sócrates en díalogo con Teeteto al decirle:
1
Fragmento y adaptación del Trabajo de Seminario del mismo nombre presentado ante IP Concordia, 1985.“Resulta evidente, …sin embargo, que nada han aprendido de mi y que, por el
contrario, encuentran y alumbran en sí mismos esos numerosos y hermosos
pensamientos.
2
El método de Sócrates, consta, a su vez, de dos momentos: la ironía ó refutación
y la mayeútica propiamente dicha. En el primer momento el maestro procura, mediante
preguntas oportunas, que el interlocutor reconozca que aunque creía saberlo todo, en
realidad hay mucho que ignora. A partir de este reconocimiento de la propia ignorancia
comienza el segundo momento, de búsqueda y alumbramiento de la verdad. El
interlocutor ve así la necesidad de indagar cabalmente, lo que la realidad, en su
complejidad es.
El método de Sócrates se nos presenta como un valioso instrumento para todos
aquellos que nos proponemos la importante tarea de educar, acompañando a otros en
el camino del conocimiento, que no debe dejar de centrarse en lo que es fundamental:
el conocimiento de nosotros mismos, es decir la búsqueda de la propia identidad.
Este método nos invita a esforzarnos en el amor a la verdad, la reivindicación
del poder natural de la inteligencia que es capaz de alumbrar esta verdad, a pesar de
sus límites, pesadez y dificultad. También nos da la pauta de la profunda libertad
interior que no se doblega ante las injusticias y la comodidad del estado de cosas. Si los
jóvenes se inclinan a la búsqueda de la verdad, amarán el bien, y se esforzarán por
concretarlo en sus vidas.
No sólo con su vida, también con su muerte Sócrates no da un poderoso
ejemplo. Por su actividad entre los jóvenes es acusado de corromperlos, de alejarlos de
las creencias tradicionales para acercarlos a “otros saberes”. Se somete con toda
firmeza al juicio, realiza su defensa y finalmente acepta el veredicto que lo acusa y
condena a la pena de muerte. Acepta la muerte, consuela a sus discípulo dando su
última lección: serenidad en la vida, serenidad ante la muerte, actitud de quién vivió su
vida como camino, como aprendizaje, como búsqueda del bien y la verdad.
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