viernes, 30 de marzo de 2012

Lo estético como prerrogativa de lo ético.


Lo estético, como prerrogativa de lo ético y lo político.En torno a la subjetividad, la educación y otras cuestiones.

                                                                                                                            Por María Silvina González

“Estábamos aterrados y vivíamos en un mundo deshumanizado. Por no ser imprudentes fuimos cómplices. Nos arrastramos por lo bajo para que no nos vieran, para poder escapar. Nos convencimos que el mal es todopoderoso y que no había manera de escapar de él. Aunque el testimonio de aquellos pocos que lo hicieron nos demostrara que, en el fondo, había una opción.”
                                                                                                                     Cerrutti, Gabriela, 1997


Somos sujetos históricos, además de vivir, padecer, disfrutar, tenemos la inevitable tarea de reflexionar, de pensarnos como tales. Es a partir de esta reflexión que nos constituimos, además, en sujetos conscientes, capaces de decidir cómo queremos transitar la historia, qué marcas queremos dejar, qué queremos y podemos transformar, qué podemos crear
Pertenezco a la generación a la que Gabriela Cerrutti denominó “herederos del silencio”, una generación que transcurrió su adolescencia y parte de la juventud durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional. El dolor, la indignación, la necesidad de participación, la urgencia de un orden social más justo fueron alimentando mi formación.
Empecé a soñar con una sociedad más justa, y a partir de ese sueño descubrí que la educación podía ser un camino para lograr esto. Concibo a la educación como tarea  política, estoy convencida  que la escuela es un espacio privilegiado para la reconstrucción de nuestra sociedad a partir de una educación que apunte a formar la conciencia, para llegar a la autoconciencia y a la autenticidad. Estas son prerrogativas fundamentales para una ciudadanía emancipada, libre, capaz de decidir su propio destino.
En mi experiencia de docencia e investigación he podido constatar que, en general, la escuela reproduce prácticas asistencialistas, propias de una sociedad enferma. Muchas veces la escuela es, simplemente, un lugar para “estar”, una especie de gran contenedor que mientras puede “retiene”, o de lo contrario expulsa a una población condenada a la marginación y a la exclusión social.
Al preguntarme qué hacer frente a esto  comencé a considerar que la posibilidad de la educación estética podría constituirse en una propuesta frente al complejo panorama educativo actual.
Creo que hoy más que nunca debemos pensar cómo enfrentar la desolación, el desconsuelo y la angustia institucionalizadas. En ello, va nuestro compromiso no sólo como educadores, sino como ciudadanos.
Como educadora, creo que vale la pena hacer un pequeño aporte que, sumándose al esfuerzo de otros muchos que comparten estas preocupaciones, constituya una gran propuesta de transformación de nuestra sociedad, es decir, de transformación de nosotros mismos. En este sentido estoy convencida de la importancia de las posibilidades que proporciona el explorar, propiciar, incentivar, el potencial creativo que todos llevamos dentro, y que muchas veces queda guardado, silenciado. Animarnos a educar en esta dirección, para convertir nuestra vida y nuestra sociedad, en algo más equilibrado, armónico, bello, en algo más justo y más bueno. Al decir de E, Díaz, animarnos a realizar un esfuerzo creador que consiste en poetizar la vida y transformarla en obra de arte.
      

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